Ante la actual coyuntura económica internacional, nada ni nadie puede permanecer aislado al rumbo que toma la humanidad. El fenómeno de la globalización ha usurpado el poder del Dios omnipresente y domina los designios de la raza humana, y como consecuencia de la naturaleza que nos provee.
Aún bajo la égida de sistemas sociales diferentes, este fenómeno conduce, decide, impacta, transforma y actúa a una velocidad asombrosa, provocada en estos tiempos modernos por el desarrollo vertiginoso de las tecnologías de la informática y las comunicaciones (siendo la Internet su mayor exponente); así como por el auge y declive del sistema capitalista.
Las crisis cíclicas del sistema se acortan cada vez más en el tiempo, y el propio desarrollo alcanzado hace que la contradicción entre desarrollo y naturaleza, entre consumo y recursos disponibles; establezca una mayor competencia por la subsistencia que en períodos anteriores.
Se requiere entonces de buscar formas novedosas e innovadoras para alcanzar el éxito en las transformaciones necesarias, tanto en la gestión de la economía como en lo social; elementos que no se pueden ver aislados, porque economía y sociedad marchan de la mano.
En los avatares de la economía y las transformaciones que se operan en Cuba hoy, si bien se requiere por un lado que los actores económicos tengan pleno conocimiento de causa sobre sus actividades, también es imprescindible que los rectores de políticas públicas entiendan cual es el rol que les compete y se empeñen en realizarlo con calidad y eficiencia.
A los gobiernos locales, por ejemplo, se les suma un nuevo reto a los que ya de forma cotidiana tienen. Más allá de los problemas cotidianos con el pan, el agua, la electricidad, la higiene comunal, los alimentos, los precios –todos ellos en la agenda de un Intendente municipal, que al intentar abarcarlos todos no deja espacio para la planificación estratégica, para la definición de políticas, para la gestión real de la economía de su localidad– a todo eso se suma la facultad otorgada para aprobar quienes serán los actores económicos que operarán en su demarcación, lo cual en buena medida debe responder a sus políticas y estrategias de desarrollo territorial.
Es un reto, porque ahora no podrán echarle la culpa al Ministerio de Economía y Planificación, órgano que hasta este momento tenía esa facultad, de que lo aprobado en el territorio no responde a sus intereses. Un reto porque implica conocer mejor el municipio, tener identificadas sus potencialidades y recursos; algo que hasta ahora asumían las empresas que, desde el Estado y de forma vertical, actuaban sin que el gobierno local fuera juez ni parte en el proceso.
Una verdadera autonomía municipal implica gestionar sus finanzas públicas, definir qué hacer para, con los mismos recursos, generar mayor desarrollo económico. Nuevos términos y conceptos dentro de las ciencias económicas deberán comenzar a manosear si quieren tener resultados, y manejarlos más allá del discurso banal o de barricada a que a veces acostumbran; no bastará con aprenderse un concepto o término nuevo y repetirlo sin cesar, en muchas ocasiones sin saber que representa o como se logra.
Son muchos los factores que determinan resultados en la gestión de la economía de un municipio, en el cómo se logra desarrollo local verdadero. En correspondencia con esos términos y aptitudes a asumir para transformar realmente un territorio se maneja mucho el término de economía circular. Pero, ¿qué es la economía circular?
La economía circular es un modelo de producción y consumo que implica compartir, arrendar, reutilizar, reparar, renovar y reciclar los materiales y productos existentes durante el mayor tiempo posible. Esto permite crear valor añadido y extender el ciclo de vida de un producto. Es a la vez una estrategia que tiene por objetivo reducir tanto la entrada de los materiales vírgenes como la producción de desechos, cerrando los bucles o flujos económicos y ecológicos de los recursos.
Para ello es imprescindible el diseño a nivel de municipio de negocios circulares, en los que la lógica conceptual para la creación de valor se basa en la utilización del valor económico retenido en los productos después del uso primario, para la producción de nuevas ofertas.
Dicho en términos más al alcance de todos. Qué nuevos actores van a comenzar a interactuar en los municipios que tributen a la economía circular, qué MiPyme vamos a aprobar que se encargue de procesar y darle valor de uso, y con ello valor económico, a los residuos de cosechas, a los residuales sólidos, a la madera, al plástico, al papel. Cómo vamos desde el municipio a resolver esos problemas ¿Cómo van a resolver un problema convirtiéndolo en un producto?
Algo de lo que adolecemos en Cuba, pues acostumbrados a que desde el “nivel central” nos resuelvan el problema, no hemos creado hábito ni impulsado la idea de cómo reutilizar los escasos recursos que tenemos una y otra vez. Mientras en el mundo la política del reciclaje gana cada vez más adeptos, nosotros seguimos botando mucho sin reutilizar.
Tres principios rigen la economía circular, ellos son: Eliminar residuos y contaminación; mantener productos y materiales en uso; y regenerar sistemas naturales.
Cuánto podría mejorar un municipio financiera y económicamente si logra vincular sus estrategias de desarrollo a la economía circular, cuantos nuevos empleos generaría, cuántos nuevos ingresos a las arcas públicas, cuánta calidad de vida mejoraría si los nuevos actores económicos que se aprobaran, aplicaran la economía del reciclaje y pudieran recuperar recursos que, en forma de desecho, hoy se desperdician.
En Artemisa, el Centro de Gestión del Desarrollo Territorial ya trabaja en una concepción de estrategias que permitan a los territorios transitar hacia la economía circular. Como parte de ella, se propone centrarse en diseñar productos y servicios que sean duraderos. Esto incluye el uso de materiales reciclados, la implementación de diseños modulares y la consideración del ciclo de vida completo del producto. Así mismo prolongar la vida útil del producto.
Si bien es cierto que nada dura para siempre, pueden encontrarse formas de extender la vida útil mediante transformación, reparación, renovación o rediseño de productos. En ello es importante la colaboración entre proveedores y lograr verdaderos encadenamientos productivos donde se compartan beneficios al incorporar la circularidad a su relación comercial.
Se requiere una estrecha relación entre las políticas públicas del gobierno, las estrategias de desarrollo territorial, los recursos y potencialidades endógenas de cada localidad y la participación del sistema empresarial, estatal y privado, de conjunto con la universidad como matriz para, desde la ciencia, encausar estos proyectos.
La economía circular indudablemente aúna a diversos actores, pero el rector tiene que ser necesariamente ese gobierno municipal, que primero tiene que estar convencido del rol que le toca, para después poder compendiar en un solo objetivo al resto de los participantes.
En cualquier lugar del mundo, en países desarrollados o subdesarrollados, el uso de la economía circular como estrategia de desarrollo es cosa del presente. Es muy difícil encontrar un lugar donde no se potencien ideas innovadoras para utilizar de forma más eficiente los recursos que la naturaleza nos provee.
En España, por ejemplo, se dice que del cerdo lo único que no se usa son los pelos, porque son muy cortos para brocha, pero el resto tiene fin utilitario; nosotros, sin embargo, como nos creemos más ricos, botamos mondongo, tripa, casco, hueso.
Usted pasa en plena zafra por un centro de acopio, y ve como se le da candela a miles de metros cúbicos de desecho de paja de caña; termina la cosecha de maíz y se bota toda la maloja; la cáscara de vianda no se convierte en fertilizante, en humus o gas; eso sin contar con las toneladas de papel cartón y plástico que nuestras tiendas recuperadoras de divisas (TRD) y los mercados mayoristas y minoristas de las nuevas empresas privadas botan a diario a la basura.
Ahí está el reto de los gobiernos municipales: cómo desde la aprobación de nuevos proyectos, tanto privados como estatales, llegan a lograr una economía circular que permita el uso diversificado y multiplicado en el tiempo del mismo de recurso. Ese cambio es necesario, no sólo por lo que representa desde el punto de vista económico-financiero, sino porque beneficia a todos.