El pensamiento económico del Che se expresó a través de múltiples análisis, debates y conferencias, los cuales nutrieron un significativo volumen de trabajos, si tenemos en cuenta el tiempo que debía dedicar a las tareas que debía asumir en la dirección del país.
En este sentido vale destacar que en su comprensión de los problemas económicos de la transición al socialismo, siempre partió de un punto esencial: la valoración crítica sobre el papel de las relaciones monetario-mercantiles, la ley del valor y el mercado, especialmente en lo relativo a la construcción consciente de la nueva sociedad y la necesidad de superar las contradicciones que estas relaciones engendraban.
Este análisis de los temas económicos siempre se expresó unida con la valoración social y política de los mismos. La definición de lo que consideraba como comunismo evidenció claramente esta visión integral al señalar: “En nuestra posición, el comunismo es un fenómeno de conciencia y no solamente un fenómeno de producción; y que no se puede llegar al comunismo por la simple acumulación mecánica de cantidades de productos puestos a disposición del pueblo.”
Sin embargo, a la altura de los años 60 del pasado siglo, el estudio de las relaciones monetario-mercantiles en el socialismo no había llegado a conclusiones definitivas. La complejidad del tema y la inexperiencia en la construcción de la nueva sociedad, unido a errores de interpretación de la teoría marxista del valor, planteaban un desafío enorme para cualquiera que pretendiera dar una respuesta teórica y práctica al problema.
La opinión de Marx y Engels sobre el tema había partido de considerar la desaparición del mercado en el socialismo, tomando en cuenta la elevada socialización de la producción que debía alcanzarse y por tanto, la posibilidad de una expresión directa del carácter social del trabajo, sin que fuera necesaria la intermediación del intercambio mercantil para ello. Al respecto, Engels plantearía “Tan pronto como la sociedad se adueñe de los medios de producción y los aplique a esta, socializándolos directamente, el trabajo de cada individuo, por mucho que difiera su carácter específicamente útil, adquirirá de antemano y directamente el carácter de trabajo social.”[2]
Por otra parte, la interpretación de Lenin sobre la existencia de las relaciones monetario-mercantiles en el socialismo inicialmente no difería -en esencia- de la que habían expresado con anterioridad Marx y Engels, pero con el triunfo de la Revolución de Octubre el líder soviético tendría que enfrentar situaciones que no pudieron ser previstas por los clásicos del marxismo que lo antecedieron, los cuales siempre evitaron especular sobre las peculiaridades del desarrollo socialista posteriores al triunfo revolucionario.
En realidad Marx solo había llegado en su trabajo “Crítica al Programa de Gotha,”[3] a establecer la necesidad de un período de transición entre el capitalismo y el socialismo, en el que estarían presentes aun elementos propios de la sociedad capitalista, pero no podía anticipar la elevada complejidad que este proceso supondría al triunfar la revolución en el país más atrasado de la Europa de entonces.
Fue así que pocos meses después del triunfo revolucionario en Rusia, el país se sumergía en una sangrienta guerra civil durante tres años, la que fue acompañada por una política –conocida como el comunismo de guerra- la cual llevó, por imperativo de las circunstancias de la contienda bélica, a la desaparición de las relaciones mercantiles en la economía de entonces.
Pero con el fin de la guerra civil, surgió la necesidad de restaurar la economía del país que estaba completamente devastada. El análisis desarrollado por Lenin entonces tomó en cuenta que la estructura económica básica de Rusia, constituida por la pequeña producción de una enorme masa de campesinos a los que había que incentivar a través de la libertad de comercio, unida al inevitable desarrollo del capitalismo que de ello se derivaría, por lo que no quedaba otra salida que reconocer las relaciones monetario-mercantiles abriendo un espacio para su desarrollo hasta llegar –incluso- a cierta forma de capitalismo de Estado como única alternativa en esas circunstancias, en las que se demandaba el apoyo del campesinado y recursos de todo tipo para sobrevivir.[4]
Emergió así en 1921 la Nueva Política Económica (conocida por sus siglas en inglés como NEP) la que Lenin siempre concibió como un retroceso táctico inevitable para salvar el país ante circunstancias excepcionales, reconociendo claramente el carácter transitorio de estas concesiones al expresarse “Nos hemos replegado hacia el capitalismo de Estado. Pero nos hemos replegado en la medida debida. Ahora nos replegamos hacia la regulación estatal del comercio. Pero nos replegaremos en la medida debida. Hay ya síntomas de que se vislumbra el final de este repliegue, de que se vislumbra en un futuro no muy lejano la posibilidad de cesar este repliegue.”[5]
Las medidas adoptadas entonces en Rusia generaron desde entonces una intensa polémica.
Durante muchos años con posterioridad a la implantación de la NEP se ha pretendido dar a esta política económica específica un carácter universal, como si se tratase de una regularidad del socialismo. Al respecto Ernesto Che Guevara agudamente señalaría “Como se ve la situación económica y política de la Unión Soviética hacía necesario el repliegue de hablara Lenin. Por lo que se puede caracterizar esta política como una táctica estrechamente ligada a la situación histórica del país, y, por tanto, no se le debe dar validez universal a todas sus afirmaciones.”[6]
Sobre este tema llaman la atención aun hoy los intentos de revalorizar la NEP –y especialmente la fórmula del capitalismo de Estado- para aplicarla en la política económica de nuestro país, sin tomar en cuenta la diferencia de circunstancias y el contexto que separan -a cien años vista- la Rusia de 1921 de la Cuba actual.[7]
Con posterioridad a la muerte de Lenin la discusión sobre la acción de la ley del valor en el socialismo y su relación con la planificación continuó durante algunos años, vinculándose este debate sobre la política económica con el que se desarrollaba en torno a la estrategia de desarrollo a implementar en la URSS.
Como se conoce, se enfrentaron diversas posiciones. Por un lado se encontraban las tesis defendidas por Nicolás Bujarin, que mantenía una posición que reconocía en esencia la vigencia de la ley del valor, al tiempo que defendía una industrialización gradual basada en una no confrontación con el campesinado al que consideraba incluso podría enriquecerse.[8] Por otro lado, estaban las ideas de Eugenio Preobrazensky publicadas en su libro de 1926 “La Nueva Economía”[9]en el que defendía la extracción del excedente económico agrícola mediante un intercambio no equivalente con la industria socialista, conformando lo que denominó la ley de la acumulación socialista originaria que actuaría imponiéndose a la acción de la ley del valor.
En estos debates donde participaron múltiples economistas y políticos soviéticos de entonces preponderó –no obstante– la valoración sobre las relaciones monetario-mercantiles como algo heredado del capitalismo y no esencialmente asociado al desarrollo propio del socialismo.
Lamentablemente estas discusiones quedaron truncas.
La solución a las contradicciones que se generaron con la aplicación de la NEP y las tensiones a ellas asociadas, no recibieron el tratamiento político previsto por Lenin, que suponía el desarrollo gradual de la cooperación en el campo, en la medida en que se alcanzara un mayor desarrollo en el país.[10] Por el contrario, las contradicciones señaladas fueron enfrentadas con medidas políticas de coerción y represión injustificada, que caracterizaron el proceso de colectivización forzosa de la tierra realizado principalmente entre 1929 y 1933, basado en una polémica interpretación sobre la lucha de clases enarbolada en el partido dirigido ya entonces por J. Stalin.
Se produjo así –por medios coactivos y extraeconómicos- la captación de los recursos de acumulación, generados en mayor medida por la economía campesina para emprender la industrialización soviética.
En tanto que este desarrollo ocurría, no se brindó espacio para el esclarecimiento teórico de las relaciones monetario-mercantiles, limitándose la discusión a partir de los años 30 del siglo pasado al abordarse separadamente el empleo de las categorías mercantiles, según los principios del cálculo económico.[11]
El vacío conceptual que ello representó tendría importantes consecuencias para la construcción del socialismo en la URSS y en los países que emprendieron ese camino tiempo después.
No sería hasta años más tarde, una vez concluida la Segunda Guerra Mundial, que se convocó nuevamente a un debate científico del tema a partir de la necesidad de dar una respuesta coherente a un tema medular en la construcción del socialismo exponiéndose las conclusiones de ese análisis por Stalin en su conocido trabajo de 1952 “Los problemas económicos del socialismo en la URSS”. En este documento se daba una explicación a la permanencia de las relaciones monetario-mercantiles en el socialismo a partir de la existencia de distintas formas de propiedad, en tanto que a la presencia de categorías mercantiles en el seno de la propiedad estatal se le atribuía un carácter formal y solo vinculado a los efectos del cálculo estadístico-contable.
Esta interpretación –que repetía los errores de los años 20- solo sería gradualmente superada en el transcurso de los debates que se efectuaron en el contexto de la reforma económica a implementar y que duraron en la URSS desde 1958 hasta 1965, precisamente en los momentos en que el Che debatía también estos cruciales temas en Cuba.