En cada proceso revolucionario ocurrido en América Latina, uno puede detectar la influencia del «Guevarismo». El legado del Che vive en el imaginario colectivo de los luchadores, en el debate de los métodos, las estrategias y la naturaleza de sus luchas. Su mensaje es una semilla que en 30 años ha echado raíces en la cultura política de la izquierda latinoamericana desarrollando tallos, hojas, y dando frutos. O dicho de otro modo, como uno de los hilos rojos que, desde Río Grande hasta la Patagonia, se han fabricado el tejido de los sueños, utopías y acciones revolucionarias.

El Che no sólo fue un heroico combatiente, fue, además, un pensador revolucionario, un precursor de un proyecto político y ético por el cual luchó y murió. La filosofía que le da coerción, color y calor a su empuje ideológico es un profundo y original humanismo revolucionario.

Para el Che, el verdadero comunista, el verdadero revolucionario es quien considera los problemas de la humanidad como suyos; aquel que «siente profundamente cada vez que un hombre muere en cualquier parte del mundo; y se llena de una gran felicidad cada vez que aparece la bandera de la libertad en cualquier parte del mundo». Su internacionalismo fue un modo de vida, una creencia secular, un imperativo categórico de una profunda sensibilidad; fue la más original, pura, combativa y concreta expresión de su humanismo revolucionario.

El Che solía repetir una frase de José Martí que resume los colores de la dignidad humana: «A un hombre verdadero le debe doler cuando otro es golpeado en la cara». Su lucha por conseguir este tipo de dignidad humana era la fuerza detrás de sus acciones, desde la batalla de Santa Clara hasta su última apuesta en la sierra boliviana.

El ingenioso hidalgo Don Quijote de la Mancha, no sólo era la novela que leía en la Sierra Maestra y con la que enseñaba literatura a los reclutas campesinos, con su protagonista se identificó irónicamente en la última carta a sus padres “Otra vez siento bajo mis talones el costillar de Rocinante, vuelvo al camino con mi adarga al brazo”.

Su humanismo fue sin duda Marxista, pero el suyo fue un tipo de marxismo poco ortodoxo, que se alejó radicalmente de los dogmas encontrados en los libros o en las interpretaciones «estructuralistas» y «antihumanistas» que emergieron en Europa y Latinoamérica a mediados de los años ´60. El Che demostró gran interés en los escritos del joven Marx, en sus «Manuscritos Económicos y Filosóficos de 1844»; porque esa obra sugiere concretamente «que el hombre es un ser individual, mientras que los problemas de su liberación pertenecen al ser social», enfatizando la relevancia de la lucha de la conciencia humana contra la enajenación: «sin este tipo de conciencia envolvente del ser social del hombre, el comunismo no es posible».

Enemigo mortal del capitalismo y del imperialismo, Ernesto Guevara soñó con un mundo de justicia y libertad donde el hombre dejaría de explotar a su prójimo. El hombre de esta nueva sociedad, a quien llamó «el hombre nuevo» o «el hombre del siglo XXI», sería un individuo que, después de romper con la enajenación, se uniría con sus vecinos en solidaridad y hermandad universal». Este nuevo mundo debe ser un mundo de socialismo. Como dijo el Che en su Carta a la Tricontinental (1967), «No queda otra alternativa; la revolución socialista o una caricatura de revolución».

A pesar de que nunca elaboró una teoría acabada del rol de la democracia en la transición socialista, rechazó las concepciones autoritarias y dictatoriales que hicieron tanto daño a las creencias socialistas en este siglo.

A aquellos que sostienen que las personas deben ser educadas desde arriba, a ese dogma falso rechazado por Marx en su «Tesis sobre Feuerbach» sobre quién le enseñará al profesor, el Che contestó en un discurso en 1960: «El primer paso para educar al pueblo es presentarle la revolución. Nunca dejes creer que le puedes ayudar a conquistar sus derechos a través de la educación por sí solo, mientras que deben aguantar un gobierno despótico. Primero, y ante todo, enséñales a conquistar sus derechos, y a medida que ganen representación en el gobierno aprenderán lo que les enseñes y mucho más; sin mucho esfuerzo se convertirán en profesores mejores que los demás».

En otras palabras, la única pedagogía que es libertaria es aquella que permite al pueblo que se eduque a través de la práctica revolucionaria, o como dijo Marx en Ideología Alemana, «en la actividad revolucionaria, los cambios personales coinciden con una modificación de las condiciones».

En marzo de 1965, Guevara escribió el ensayo «El socialismo y el hombre en Cuba», en el cual puso bajo escrutinio los modelos socialistas prevalentes en los países de Europa del Este y, siempre desde un punto de vista humanista y revolucionario, repudió a aquellas naciones cuya intención era derrotar al capitalismo basándose en sus fetichismos. «En la persecución del objetivo quijotesco de construir el socialismo a través del uso de herramientas gastadas heredadas del capitalismo –incentivos materiales individuales, ganancias, etc.– podríamos encontrar que llegamos a un camino sin salida… Para construir el comunismo mientras fortalecemos los pilares de la sociedad, debemos crear el hombre nuevo.»

Con relación a los problemas económicos fundamentales que el socialismo tenía que enfrentar con la mayor urgencia, el Che redactó una serie de artículos que fueron publicados en la revista “Nuestra Industria”:

 

* Acerca de los Costos de Producción.

* La actitud ante el trabajo.

* Los intereses económicos y los estímulos.

* Método de dirección y cControl de la economía.

* La planificación socialista.

 

Continúa…