Uno de los aportes esenciales del Che a la Revolución cubana es, sin duda alguna, su pensamiento económico. Lamentablemente en muchas ocasiones, cuando se le recuerda, no se hace referencia a esta arista de sus ideas, aun cuando sus concepciones sobre la construcción económica en el socialismo fueron fundamentales desde los inicios de nuestra Revolución, coincidentes con los conceptos esenciales de Fidel en ese terreno y de un valor conceptual imperecedero.
Por todo esto, especialmente para nuestros jóvenes resulta muy importante tener muy presentes algunos aspectos de lo que constituyen sus ideas medulares sobre la Economía Política del socialismo. Todo ello cobra particular relevancia cuando nos encontramos en el proceso de transformaciones económicas más complejo y profundo de la historia revolucionaria, enmarcado en los propósitos de la Tarea Ordenamiento y donde –aparentemente para algunos- las soluciones del presente se circunscriben a la economía aplicada, sin que medie la política como elemento sustancial al socialismo, idea que fuera sintetizada magistralmente por Fidel cuando expresó en varias oportunidades que –en nuestras condiciones- no hay economía sin política, ni política sin economía.
Desde el triunfo mismo de enero de 1959, el Che asumió un conjunto de responsabilidades en la esfera de la economía, que lo llevaron a ocupar puestos en la dirección del Departamento de Industrialización del INRA, la Presidencia del Banco Nacional de Cuba y finalmente como ministro de Industrias, a partir de 1961. En todos esos cargos desarrolló una intensa labor, pero sobre todo, nos mostró la importancia de dedicar tiempo a los estudios aún en medio de las responsabilidades más complejas, tal y como también haría Fidel a lo largo de su existencia.
El Che fue un hombre extraordinario en muchos sentidos, pero su constancia en el análisis de los temas económicos en particular, fue ejemplar. De este modo, se enfrascó en el estudio de El capital con Anastasio Mansilla, un profesor hispano-soviético considerado una autoridad en el conocimiento de la obra cumbre de Carlos Marx; estudió matemáticas aplicadas a la economía con Salvador Vilaseca, un destacado profesor universitario cubano y se dedicó a investigar lo que todavía eran ciencias casi desconocidas en Cuba en la década de los años 60, tales como la programación lineal y el desarrollo incipiente de la computación.
Hay una enorme enseñanza y ejemplo en ello si tomamos en cuenta que en todo este proceso de gestación de las ideas del Che se da también en medio múltiples polémicas en el entonces llamado campo socialista.[2]
En efecto, venían desarrollándose entre 1960 y 1965 profundas reformas económicas en los países socialistas europeos, que proclamaban cada vez más la necesidad de desarrollar el mercado en las condiciones del socialismo, pero con una visión en las posiciones que se iban asumiendo frente a las insuficiencias del sistema de dirección vigente, que descartaban el posible perfeccionamiento de la planificación y el papel del ser humano en la construcción del socialismo.
El Che conoció profundamente los temas que se discutían y propició su debate público en Cuba, especialmente en lo referido a la construcción del socialismo en nuestro país.
En el debate que se desarrolló –básicamente entre 1963 y 1964-, participaron también científicos que estaban muy familiarizadas con las reformas en Europa y que expusieron sus puntos de vista incorporándolos a la discusión en Cuba, a donde fueron invitados por el Che. Tal fue el caso de Charles Bettelheim, marxista francés defensor del cálculo económico, o el de Ernest Mandel, economista belga, trotskista en aquellos años, que exponía criterios que partían de una crítica al dogmatismo presente en las posiciones soviéticas tradicionales. También tomaron parte en la polémica destacados pensadores de izquierda como Paul Baran y Paul Sweezy de Estados Unidos, y otros economistas latinoamericanos, que de una u otra manera contribuyeron al debate propugnado por el Che y de los que se publicaron varios trabajos en Cuba durante esos años. [3]
Como ya se planteó, no existía entonces una situación ideal para el desarrollo de estas discusiones, pero prevalecieron las preocupaciones del Che sobre la teoría que debía presidir las transformaciones revolucionarias, en medio de la situación política y económica por la que atravesó Cuba en los primeros años de los 60 y en la que se dieron profundos debates ideológicos.
Fue la época en que se produjo la invasión de Playa Girón en 1961; afloró el sectarismo[4] en 1962, fenómeno que amenazaba seriamente la unidad en torno a la Revolución; se llevó a cabo la Segunda Reforma Agraria en 1963 a partir del complejo proceso de lucha de clases que se desató en el campo; la propia Lucha Contra Bandidos, que abarcó desde 1961 hasta 1965, con un costo enorme para el país —cobró cientos de vidas y costó alrededor de mil millones de dólares en pérdidas materiales esos 5 años―, sin olvidar las enormes tensiones internacionales que provocó la Crisis de Octubre en 1962.[5]
Todos esos procesos estaban incidiendo en la realidad cubana, por lo que desarrollar en ese contexto un debate económico que iba de lo conceptual a los efectos prácticos, era realmente un esfuerzo muy grande en aquellos años y el Che lo llevó adelante con una gran disciplina y con una gran honestidad, convencido de la importancia de la Economía Política en la construcción del socialismo.
No es el objetivo aquí siquiera reseñar todas las ideas y tesis que emergieron en medio de todas las discusiones y a las que el Che se refirió directa o indirectamente en diversos artículos.
No obstante, resulta importante volver a estudiar lo que pueden considerarse como ideas medulares del Comandante Ernesto Guevara en torno a la teoría económica del socialismo, siguiendo el llamado que hacía el Comandante en Jefe en su discurso del 8 de octubre de 1987: “…sería una incultura creer que hay un solo modo de hacer las cosas y que tiene que ser ese solo modo, surgido de la práctica concreta, en determinado tiempo y circunstancias históricas; lo que pido, lo que me limito a pedir, es un poco de más cultura, consistente en conocer otros puntos de vista tan respetados, tan dignos y tan coherentes como los puntos de vista del Che.”[