Europa ha decidido implementar el aumento de las tasas de interés más grande de su historia, siguiéndole los pasos así a la Reserva Federal de Estados Unidos y otros bancos centrales, en medio de una estampida mundial de encarecimiento de créditos destinada a sofocar la inflación récord.

Cuando a los economistas más ortodoxos les preguntan cuál es el mejor antídoto para frenar una inflación desenfrenada, la respuesta es casi unánime: aumentos en las tasas de interés por parte de los bancos centrales.

Sin embargo, es un remedio que, muchos temen, podría ser peor que la misma enfermedad: al impactar directamente sobre el consumo, las tasas de interés altas tienden a enfriar las economías y, en consecuencia, a desencadenar recesiones.

Ante una espiral inflacionaria con pocos precedentes en la historia, los bancos centrales del mundo se han decantado por esta opción.

Durante los peores momentos de la crisis, los bancos centrales mantuvieron sus tasas de interés históricamente bajas para resucitar la economía por la vía de un mayor consumo. Con los precios imparables, la estrategia ahora es la contraria.

Con la inflación en un máximo de medio siglo y acercándose a territorio de dos dígitos, a los formuladores de políticas les preocupa que el rápido crecimiento de los precios se esté afianzando, derritiendo los ahorros de los hogares, frustrando la inversión y desencadenando una espiral de precios y salarios difícil de romper.

Banco Central Europeo, a la zaga de sus pares

Después de una década de tasas ultrabajas, el banco central de los 19 países que usan el euro elevó este jueves 8 de septiembre sus tasas de interés en 75 puntos básicos hasta el 0,75% desde el 0% en que habían quedado en julio pasado, siguiendo los pasos que en igual sentido ha caminado la Reserva Federal.

Este es el nivel más alto de aumento desde 2011 y quiere decir que comenzará a cobrar intereses por el dinero que preste, como no lo hacía hace un buen tiempo. Las tasas del BCE llegaron incluso a ser negativas, lo que implica, básicamente, que no son los bancos comerciales los que cobran por prestar dinero, sino que les cobra a ellos por guardar el exceso de efectivo.

Tras aumentar sus tasas en un nivel sin precedentes, el BCE también prometió más aumentos, priorizando la lucha contra la inflación incluso mientras se encamina hacia una posible recesión y un racionamiento de energía.

Pero hay quienes ven esta como una estrategia poco efectiva, ya que los bancos centrales son impotentes frente a la inflación cuando esta es provocada por las interrupciones del lado de la oferta y no por el lado de la demanda.

Es decir, son muy pocas las posibilidades de que los bancos centrales logren llevar los precios a la baja cuando el problema no es que hay un mayor consumo, sino que hay una menor oferta, como ocurre con el gas natural en Europa. (Tomado de France 24/Cubadebate)

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