Sobre el instrumental teórico de la economía neoclásica (que nutre al pensamiento liberal) ha surgido también una visión post industrial del mundo.

Sus defensores la identifican como el paso de la producción de bienes a la de servicios. Sostienen que el mundo desarrollado se encuentra en una etapa de transición  de una economía basada en la producción industrial hacia una en la cual la investigación teórica y la información entran a desempeñar el papel fundamental.

Se trata de una “sociedad del conocimiento” dominada cada vez más por una elite profesional y técnica con un alto grado de formación universitaria, en la que los conflictos de clase se han vuelto obsoletos. En palabras de Daniel Bell, el teórico más importante del post industrialismo:

“Las grandes corporaciones están pasando de una actividad de tipo económico, en la que todos los aspectos de la organización están reducidos en forma muy determinada a convertirse en medios para los fines productivos y de ganancia, a una actividad más social, en la que a todos los trabajadores se les garantizan trabajos de por vida y la satisfacción de la fuerza laboral se convierte en la fuente primaria de obtención de ganancias”.

Con una gran dosis de optimismo, otros autores han celebrado el advenimiento de la llamada economía informacional, resultante de la revolución. Para Manuel Castell, esta nueva economía, característica de las sociedades capitalistas avanzadas, se refleja en varios rasgos, de los cuales debemos destacar aquí dos: el primero, que las principales fuentes de productividad, y por ello del crecimiento económico, dependen cada vez más de la aplicación de la ciencia y la tecnología, lo mismo que de la calidad de la información y de la gerencia de los proceso de producción, distribución, comercio y consumo. El segundo consiste en el cambio de la producción material a las actividades de procesamiento de información, tanto en términos de la proporción del PIB como del número de personas empleadas en tales actividades.

El énfasis exagerado que se ha venido produciendo en la transformación de la sociedad capitalista en una sociedad post industrial o informacional, tiene claras implicaciones políticas.

De un lado, el supuesto de que la producción material y el interés en la ganancia han pasado a un segundo plano pretende ocultar la tendencia hacia la concentración y la monopolización de los procesos productivos que tiene lugar a nivel global, a la cual me referiré más adelante. Por otro lado se busca descalificar por completo la lucha de los sectores trabajadores  y de la clase obrera en particular, tanto de los países industrializados como de los países subdesarrollados, en contra de las políticas neoliberales que se imponen por doquier.

El optimismo tecnológico también predomina entre los economistas shumpeterianos actuales. Esta corriente del pensamiento económico se hace llamar shumpeteriana, porque está inspirada en la obra del economista austríaco Joseph Schumpeter, quien se dedicó al estudio del desarrollo de las innovaciones en el sistema capitalista.

Este grupo de autores shumpeterianos, entre quienes se destacan G. Dosi, C. Freeman, Carlota Pérez, entre otros, introducen una serie de conceptos nuevos que sirven de instrumento para entender la lógica del cambio tecnológico. Por ejemplo, Dosi  utiliza el término “paradigma tecnológico” como similar al concepto de “paradigma científico” de T. Kuhn para  mostrar que en cada etapa del capitalismo estuvo presente un determinado modelo rector del desarrollo productivo viable, dado el estado del conocimiento y de los recursos materiales existentes.

Así se puede hablar de:

  • Una Primera Revolución Industrial, que cambia el sistema tecnológico precapitalista por el maquinismo, el modelo energético basado en el carbón, la máquina de vapor etc., y que se corresponde con el desarrollo de la primera fase del capitalismo.
  • Una Segunda Revolución Industrial que profundiza el maquinismo y amplía la escala de producción, introduce el modelo energético basado en el petróleo y la electricidad, nuevas industrias como la química inorgánica, el motor de combustión interna, nuevas máquinas herramientas, nuevos materiales, etc. Se corresponde con el desarrollo de la segunda fase del capitalismo.
  • La Revolución Tecnológica, actualmente en curso, cuyos nuevos paradigmas tecnológicos descansan en la microelectrónica, la informática, las telecomunicaciones, etc. Supone además, un cambio en el modelo energético, la aparición de nuevos materiales. Se corresponde con la tercera fase del capitalismo.

Para los shumpeterianos el tipo de tecnología es la característica central de los distintos períodos de la historia del capitalismo y el rasgo distintivo de cada “modelo nacional”. A partir de este enfoque, lo decisivo es definir la “tecnología clave” de cada momento histórico, sin prestar atención al hecho de que la sustitución de un “paradigma” por otro, bajo el capitalismo se deriva de cambios cualitativos en el funcionamiento de este modo de producción. El papel del vapor, la electricidad o la informática es un componente menor del tránsito de la libre competencia a la competencia monopolística o al intervencionismo estatal y no a la inversa.

Un ejemplo lo tenemos en la caracterización de la Revolución Industrial; para los shumpeterianos representa la Primera Revolución Tecnológica y se caracterizó por el rol de la energía a vapor y la máquina de hilar. Sin embargo, no toman en cuenta el hecho de que la Revolución Industrial fue un fenómeno histórico, único y distinto de cualquier transformación tecnológica posterior, inauguró el capitalismo, convirtió a la máquina en generadora de plusvalía y a los trabajadores en obreros asalariados.

Por lo que cabe señalar, el error metodológico de intentar dilucidar las transformaciones del capitalismo contemporáneo a partir de la definición del principal cambio tecnológico, con este razonamiento se invierte el orden de los problemas, ya que el análisis debe partir del funcionamiento del sistema capitalista. El intervencionismo de Estado en la post guerra en Estados Unidos y Europa,por ejemplo, muestra el agotamiento de la capacidad de acumulación espontánea del capitalismo y la aparición de diferentes formas de regulación estatal, este rasgo es la condicionante central de todas las innovaciones del período y no los avances de la energía nuclear o de la petroquímica.

Dr. Ernesché Rodríguez Asien, director del Observatorio Iberoamericano de la Economía y Sociedad de Japón, Honorary Dean of Economics and International Development Studies.

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