A los que la memoria les traiciona y a los que han traicionado su memoria, les recuerdo que la gran rectificación de errores de nuestra historia fue la Revolución, esta misma que cuarenta y un años después, Fidel definió como sentido del momento histórico y cambiar todo lo que debe ser cambiado; esta que transformó la discriminación y la explotación en dignidad, el analfabetismo en cultura, la muerte en vida.

Antes, Maceo en Baraguá y Martí al crear el Partido Revolucionario y reiniciar la guerra necesaria; habían probado que rectificar es de verdaderos revolucionarios. Mella, Villena, Guiteras decidieron no dejar la patria en manos de entreguistas sangrientos, pagando caro su osadía ¿Qué fueron el Moncada y la prisión fecunda, el Granma y la Sierra sino aprender de los propios errores y convertir reveces en victorias?

Al triunfo algunos pensaron que sería fácil, Fidel les recordó (y a nosotros), que entonces era que empezaba la Revolución y quizá todo fuera más difícil. Porque la Revolución no es algo que triunfa y ya. Ella tiene que ganar batallas todos los días, sino, no es tal.

Nadie dijo que rectificar, cuando las cosas van mal, no sea triunfar. El error terrible, es el que se desconoce o el que no se asume. Errores de idealismo nos llevaron a pensar que sabíamos construir el socialismo, incluso al comunismo lo veíamos al doblar la esquina. Fidel, un poco después, nos aclaraba eso. El comunismo como sueño de justicia y humanismo, está lejos, pero está. Sin embargo, tratando de construir su primer peldaño: el socialismo, demostrando su validez como camino, hemos recibido zancadillas de 13 administraciones yanquis.  No es porque sea un error el socialismo en Cuba que Goliat impone el bloqueo y todo lo demás, es temor a la certera honda de David.

Por tanto, que se declarara en Cuba el Proceso de Rectificación de errores y tendencias negativas no está fuera de la línea histórica de la Revolución. Se habían descuidado asuntos esenciales de la construcción del socialismo ya alertados por el Che y criticados por Fidel, que fueron identificados en la segunda mitad de los ochenta, las causas fueron diversas, pero en esencia fue un descuido en la dirección de la gestión económica y en la ideológica que delinearon un camino torcido.

Hubo enormes frutos en ambos casos, la sociedad cubana enrumbó su futuro hacia la eficiencia y el Partido ganó en su autoridad moral; pero fue un proceso inacabado, impactado por el derrumbe de la URSS y demás países del llamado “socialismo real” se pospuso; era imprescindible salvar las conquistas en las más difíciles circunstancias.

Desde entonces, diseñar un nuevo modelo económico para Cuba fue el reto más difícil, la prosperidad y sostenibilidad prometidas por cada programa, han chocado con cuanto obstáculo diseña el imperialismo y el derrumbe, la pandemia que nos detuvo, la naturaleza con ciclones y sequías, la crisis global, los conflictos internacionales y, si aún fuera poco, el impacto de nuestras propias ineficiencias y errores.

Entonces ¿de qué va hoy el llamado a corregir distorsiones y reimpulsar la economía? Debemos redefinir, en el momento histórico, la línea estratégica a seguir más allá de las coyunturas. Aún con intermitencias, no comienza ahora la rectificación, ni debe terminar dentro de unos meses si queremos escarmentar por nuestra cabeza. Nada nos dice que en la marcha no cometamos nuevos errores y no atenderlos puede ser uno muy grave. Por eso se trata de entender que rectificar (como dijo Fidel en 1986) es solucionar problemas viejos y nuevos. Y será una estrategia infinita y no una campaña más.

El objetivo es ganar en esta Economía de Guerra dos batallas muy bien definidas: la económica y la ideológica. Si avanzamos en la estabilización macroeconómica; incrementando y diversificando los ingresos externos;   aumentando la producción nacional, fundamentalmente de alimentos, y  desarrollamos  el  sistema empresarial  con  la integración entre todos los actores económicos con la imprescindible transformación  del entorno institucional, regulatorio y organizativo de funcionamiento de la economía; si además desarrollamos  las políticas sociales y los mecanismos de protección a las personas y familias en situación de vulnerabilidad como muestra de  más justicia; así como definitivamente  logramos entre todos,  reducir las terribles lacras del delito, la corrupción, las ilegalidades e indisciplinas sociales; estaremos lográndolo.

Pero no sólo por las leyes y directivas, sino por el convencimiento y el aporte desde los colectivos, con el debate y el consenso, rescatando el martiano decir “Con todos y para el bien de todos”, sin rechazo a la crítica y a la autocrítica, buscando soluciones audaces e inteligentes, con el más realista de los optimismos, utilizando el arma más infalible y temida forjada en tantos años de lucha que Raúl llamó en Santiago la niña de nuestros ojos: la Unidad.

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