Termina el año 2024, un periodo que pasará a la historia como uno de los peores en la historia de la nación en cuanto a resultados económicos y problemáticas sociales agravadas. Los estudiosos del tema prevén al cierre del 31 de diciembre un decrecimiento del PIB cubano entre un menos 1 y menos 2 porciento, una tendencia que se sigue desde 2019, año en que de forma estrepitosa la economía cayó un 10,9 por ciento. Con ligeros aumentos en 2021 y 2022 que no suplieron la caída anterior, el 2023 y el 2024 vuelven a tener resultados negativos. No obstante, se pronostica para 2025 un crecimiento económico del uno por ciento, según palabras del Ministro de Economía cubano en la reciente sesión de la Asamblea Nacional.
A pesar del escenario complejo que deja el año que concluye –a lo que se suma la toma de posesión como Presidente de Estados Unidos de Donald Trump, caracterizado en su primer mandato por su política de mano dura contra la migración y la economía cubana, y su compromiso con la ultraderecha de Miami– se espera, o se pronostica, una recuperación del sector turístico (la apertura de nuevas líneas aéreas hacia Cuba y el reinicio de otras en este último trimestre es algo que puede tributar a ello); se prevé igualmente incrementar ingresos por exportaciones, así como recuperar actividades productivas agropecuarias e industriales en el nuevo año.
¿Será este el inicio de la recuperación? ¿Por fin se comenzará a ver la luz en el oscuro túnel de la economía nacional? Esperemos que sí. Se han dado pasos para que 2025 se desarrolle de forma diferente al último lustro, sin embargo, 2024 cierra con precedentes nada halagüeños.
Este año, a las consecuencias de un escenario externo de guerra económica y restricciones financieras, crisis global inflacionaria y guerras con incidencias en lo económico y monetario; se unieron incrementos sostenidos en la escala inflacionaria interna, la baja captación de divisas, incremento de las deudas con nuestros acreedores, limitaciones como nunca antes en el balance energético, incumplimientos de planes productivos, baja productividad y un sinnúmero de eventos naturales que, como buen año bisiesto, el 2024 nos regaló, pues no hay que olvidar que los eventos meteorológicos en el oriente y occidente cubano, los huracanes Oscar y Rafael, y los sismos ocurridos en oriente, trajeron pérdidas multimillonarias a nuestra ya maltrecha economía.
Las exportaciones lejos de la necesidad.
En consecuencia, y como resultado también de errores y deficiencias en la administración económica interna a nivel de grupo empresarial, empresa, provincia y municipio, se incumplieron un número importante de indicadores macroeconómicos.
La exportación de bienes, fuente de ingresos en divisas al país, incumplió su plan al 92,5 %, aun cuando era conservador y no satisfacía la demanda de divisas necesarias para la sostenibilidad de los adeudos internacionales ni el pago de los recursos necesarios para este período. Afectaron a esta baja exportación el azúcar, nuestro antiguo principal rublo exportable, que ahora tuvo un comportamiento nulo, el níquel, el carbón vegetal y, por supuesto, aunque no se hace mención a ello, productos industriales que no logramos desarrollar a partir del pobre desempeño de la industria manufacturera cubana.
La exportación de servicios tuvo un mejor comportamiento, aunque se incumplió en las telecomunicaciones y el turismo, que disminuyó con respecto al año precedente y difícilmente supera al cierre los dos millones de turistas. Sigue siendo la exportación de servicios profesionales, en especial los servicios médicos, el estandarte en las exportaciones del país.
En el tema de las exportaciones –y me detengo en él porque es la fuente generadora de la divisa que necesita el país–, se deben hacer esfuerzos por diversificar producciones, dar más facultades a las empresas para que exporten directamente abriéndoseles cuentas en divisas que sean fuente de motivación para la organización –aunque desde el Estado se incremente el impuesto sobre este tipo de ingreso–, pero es vital para la economía cubana que la empresa pueda decidir sobre las exportaciones y sus ingresos, de los contrario la empresa estatal seguirá actuando de forma pasiva ante esta actividad.
Es imprescindible rescatar más de 20 rubros exportables que teníamos en los años 80 del pasado siglo, cuando la fuente estaba esencialmente en nuestras potencialidades agrícolas y la industria manufacturera. Hacia ellos se requiere dirigir una parte importante de las inversiones, hay que poner, del poco dinero que disponemos, en lo que queremos nos dé más dinero mañana. Así funciona la economía.
Mirando por dentro la producción
Si hacemos una mirada hacia la economía interna, en 2024 no se cumplió con las producciones de viandas, carnes y hortalizas; y la zafra fue un fracaso total, de hecho, la peor zafra de la historia. Se produjo una reducción de la generación eléctrica, tanto por déficit de capacidad como por falta de combustible, lo cual actúa con efecto dominó hacia todas las esferas productivas del país y directamente en lo social, afectando directamente el desempeño global de la economía.
Las inversiones se vieron afectadas. En un año donde la producción de acero fue nula, el cemento solo llegó al 43,2 por ciento de un pírrico plan, y de madera solo se produjo un 17,6 por ciento; así es imposible abrir nuevos horizontes inversionistas; y en economía, sin inversiones no hay desarrollo, sin reproducción del capital no hay, ni nueva mercancía, ni dinero incrementado.
Ha sido también un año en que el bolsillo del cubano se ha afectado desde dos direcciones: por un lado, si hay menos producción por falta de insumos productivos o porque no hay generación eléctrica, el salario es menor; y por otro se enfrenta a un incremento sostenido en el precio de los alimentos, entonces la capacidad de pago del salario disminuye, afectando calidad de vida para el pueblo.
El actuar inescrupuloso y sin control suficiente de los actores privados de la economía cubana, amén de lo que representan como generadores de nuevos empleos y de nueva riqueza, ha condicionado también esta alza de precios. La concentración de muchas de estas empresas y cooperativas en objetos sociales secundarios como la comercialización mayorista, dejando de producir –sumado a las limitaciones para importar del sector estatal– han hecho que los precios de productos de primera necesidad y alimentos se disparen engrosando arcas individuales, pero afectando el bolsillo del trabajador, y en muchas ocasiones evadiéndose el fisco, hacia lo cual falta ejercer mayor control. Todo ello ha contribuido a elevar el índice de precios al consumidor por sobre el 28 por ciento interanual.
Los altos salarios que se pagan en el sector privado han provocado una migración del sector estatal, disminuyendo las competencias y las motivaciones de los recién egresados, que prefieren colgar el titulo e ir a trabajar a una mipyme antes que desempeñarse según su profesión. Estas son de las verdaderas distorsiones que tenemos que atender
¿Cuáles son los pronósticos?
Mientras la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE) prevé que el producto interno bruto global de América Latina crecerá un 3,3 por ciento para 2025, en Cuba estamos apostando por un discreto uno por ciento. Por supuesto, nuestras condiciones no son las mismas que para el resto de los países; salimos de un lustro de decrecimiento constante, por lo que, si se logra crecer este uno por ciento, pararíamos la mala racha, sería como ganar un juego de béisbol después de haber perdido 5 seguidos, aunque se gane por la mínima; eso genera motivación.
Para logarlo, se requiere en el 2025 disminuir el déficit fiscal, no dedicándole menos dinero al presupuesto, pues nuestras actividades presupuestadas (salud, deporte, educación, educación superior, cultura) están en plena crisis existencial con instituciones depauperadas, faltas de mantenimientos e inversiones, bajos presupuestos, sin insumos y bajos salarios; no es disminuyendo el presupuesto hacia estas actividades que se disminuye el déficit, es ingresando más, desde políticas locales más acertadas, que podemos obtenerlo. Siendo recomendable seguir revisando la administración pública: la burocracia sigue siendo inmensa en cargos, gastos y salarios sin que el fin justifique los medios.
Se requiere, igualmente, aumentar los ingresos externos a partir de incrementar las exportaciones en cantidad y calidad; potenciar los servicios turísticos; captar más remesas; producir para autoabastecer el mercado nacional y el turismo; disminuir los efectos inflacionarios hacia la economía doméstica y recuperar el sistema electro energético nacional. Sin esto último sería imposible todo lo otro, por lo que alcanzar casi el 10 por ciento de la matriz energética a partir de fuentes renovables de energía, es una urgencia.
Paralelo a esto, el ordenamiento interno, el control fiscal, y descentralizar facultades a empresas y gobiernos locales deben ir de la mano. En economía una cosa no funciona sin la otra.
Confiemos que el 2025 no sea copia de este 2024 que cierra su telón en horas. Esperemos con fe y esperanza un nuevo año, recordemos la lección que nos transmitió Albert Einstein:
“La crisis es la mejor bendición que puede sucederle a personas y países, porque la crisis trae progresos. La creatividad nace de la angustia como el día nace de la noche oscura. Es en la crisis que nace la inventiva, los descubrimientos y las grandes estrategias. Quien supera la crisis se supera a sí mismo. Sin crisis no hay desafíos, sin desafíos la vida es una rutina, una lenta agonía. Sin crisis no hay méritos… Hablar de crisis es promoverla, y callar en la crisis es exaltar el conformismo. En vez de esto trabajemos duro. Acabemos de una vez con la única crisis amenazadora, que es la tragedia de no querer luchar por superarla.”