La política turística, como responsabilidad de gobierno, es el conjunto de actuaciones y medidas emprendidas y realizadas por las administraciones públicas relativas a la actividad turística en un determinado territorio.

Es la que traza los lineamientos que dirigen y pautan el desarrollo turístico local, municipal, provincial y nacional; que debe ser de naturaleza general para que pueda abarcar y cubrir la generalidad de los actores económicos del sector.

Con independencia del involucramiento y de las iniciativas de los entes privados en acciones o proyectos, en los que el gobierno no tenga intervención, la política pública trazada abarca los rumbos del sector, así como la adopción de medidas regulatorias y de control para alcanzar las metas y objetivos de desarrollo.

El interés creciente del sector privado en invertir en acciones relacionadas con el turismo de pequeña escala, no resta importancia al gobierno en su papel de regulador, asesor técnico y de toma de decisiones en materia jurídica y profesional, a partir de los planes y los esquemas de Ordenamiento Territorial. Las autoridades locales deberán asumir el establecimiento de las grandes líneas de desarrollo plasmadas en los planes de gestión e innovación (master plan) en cada territorio.

La formulación del plan de ordenamiento, en cada territorio, parte de la síntesis y conclusiones derivadas de la fase de análisis territorial y se articula a partir de la expresión formal de la voluntad de resolver los problemas, aprovechar las oportunidades y dar respuesta a los desafíos que se han detectado.

Como expresión física de un modelo de desarrollo, el plan debe proponer, además de las determinaciones sobre los usos del suelo y la localización o jerarquización de los proyectos inversionistas y equipamientos, una estrategia económica, social, cultural y ambiental. De ahí que sea necesario generar alternativas que deberán ser evaluadas y seleccionadas en su idoneidad y viabilidad en fases posteriores.

Si esta actividad es deficientemente planificada, y en la política turística no se tiene en cuenta la intervención prioritaria de los actores locales en las distintas fases del proceso, puede acarrear riesgos para el desarrollo territorial futuro.

Hay que tener presente, que las decisiones y soluciones a los problemas de hoy son, en muchos casos, las causas de los problemas que habrá que enfrentar en el futuro. El respeto por el medio ambiente y la cultura local, son condiciones indispensables para hacer del turismo una actividad sostenible, pero no son solo las únicas.

La gestión desde la municipalidad supone la identificación de la comunidad con los procesos a irrumpir, la concienciación sobre el valor de los recursos propios y la posibilidad de una correcta y apropiada explotación de las verdaderas oportunidades basadas en la singularidad y la diferenciación de los recursos y atractivos turísticos.

Crear conciencia turística no significa convencer a la comunidad de que el turismo es maravilloso y una opción ideal para mejorar la situación económica del territorio. Implantar conciencia turística es, ante todo, informar sobre las oportunidades y riesgos que la actividad turística puede suponer para la comunidad y también preparar y formar a la sociedad para asumir dicha actividad evitando tensiones y maximizando los beneficios, de todo tipo, que puede representar para el desarrollo local.

Crear conciencia turística mediante la información puede favorecer una mayor participación social y, al mismo tiempo mejorar la gestión pública de diversos modos:

  • La concienciación acerca de las necesidades, prioridades y capacidades de las comunidades o sectores involucrados puede incrementarse.
  • La política y los programas de desarrollo pueden ser mejor adaptados a las necesidades locales, lo que favorece un mejor uso de los recursos.
  • Permite movilizar recursos locales a favor de las políticas públicas.
  • Puede mejorar la utilización y la manutención de las instalaciones y los servicios gubernamentales.

El contacto entre los hacedores de políticas, los decisores y las comunidades ofrece una mejor capacidad de respuesta y otorga más transparencia al desarrollo territorial, así como un claro incentivo a la introducción de innovaciones, a la gestión local y a una mayor responsabilidad de la población en la esfera política.

En síntesis, el espacio de trabajo de la comunidad local manifiesta sus ventajas comparativas frente a otras escalas de actuación, de cara a la consecución del desarrollo turístico en dos aspectos básicos.

En primer lugar, lo local es concreto y tangible, por lo tanto, más fácil de planificar, diseñar, gestionar y controlar; en segundo lugar, lo local presenta los valores de la especificidad y el sentido de identidad diferencial, por cuanto que presenta caracteres o peculiaridades que lo hacen irrepetible y con amplias posibilidades de atracción turística siempre y cuando se realice una planificación adecuada de la actividad.

El principal argumento o recurso con que cuenta la comunidad a la hora de proyectar el desarrollo turístico es su propio substrato social y cultural. La identidad colectiva, las relaciones sociales, los valores y creencias, la estructura económica y productiva tradicional son elementos que han de ser aprovechados como sólidos basamentos sobre los que se han de asentar los procesos de desarrollo turístico.

El desarrollo local es un proceso controlado por los actores, públicos y privados, del propio territorio, donde resultan fundamentales las capacidades locales, como la gestión, la organización, la articulación, el dialogo, el consenso, la confianza, la creación, la innovación, el emprendimiento y donde es particularmente importante la capacidad de gestionar los propios recursos laborales y materiales, mediante la producción endógena; aprovechando estratégicamente los posibles recursos externos al territorio, incluyendo la inversión extranjera.

Los procesos de desarrollo turístico, al igual que las actividades productivas como la agricultura, la ganadería, la pesca o la transformación agroalimentaria, han de hundir sus raíces en la propia sociedad local, si es que se concibe al turismo como una actividad socialmente integrada y culturalmente beneficiosa.

No es menos cierto que todos los territorios, tanto rurales como urbanos, poseen en mayor o menor medida, un conjunto particular de recursos humanos, naturales y físicos; un patrimonio histórico y cultural; infraestructuras de soporte; un sistema productivo, conocimientos técnicos, capacidad empresarial, estructura social y política, y formas de organización y relación, entre otros.

Estos recursos otorgan la base potencial para responder a los retos que presenta el aumento de la competitividad, la integración, la adaptación de los procesos productivos y organizativos requeridos por las nuevas condiciones de la dinámica económica y social.

A partir del conocimiento de estos recursos, en un momento histórico concreto, una comunidad puede encontrar ideas y proyectos que le permitan producir bienes y servicios, articulando nuevas estrategias e iniciativas locales.

Resulta imprescindible destacar, que aquellos territorios que deseen enfrentar un proceso de desarrollo local basado en el turismo tienen, ante todo, que conocer los recursos existentes con que cuentan, y realizar un diagnóstico de los mismos. De esta manera, a partir de la evaluación de estos recursos desde la perspectiva turística, es posible conocer todo aquello que muchas veces la propia comunidad no percibe que posee, o desconoce el estado actual en que se encuentran.

El verdadero producto turístico final es de escala local y de responsabilidad municipal. Es decir, el turista visita un destino para consumir su entorno, sus recursos, sus servicios e infraestructuras públicas, los establecimientos turísticos de ocio y restauración, su cultura, su gente. La suma agregada de estos factores configura el producto turístico en el espacio administrativo del municipio.

La identificación, diagnóstico y valoración de los componentes del sistema turístico, constituye la primera etapa para el desarrollo y la gestión del territorio. En esta tarea resulta prioritario analizar las características geográficas y demográficas de la zona, conocer la historia laboral y productiva local, la infraestructura y servicios básicos y generales, los aspectos relativos a la gestión y desarrollo del turismo (si los hubiera), la disponibilidad de atractivos turísticos culturales o naturales, la existencia de entidades públicas y  privadas vinculadas a la actividad turística, la legislación o normativa que regula al sector para ese territorio, la accesibilidad hasta el lugar, la existencia de servicios relacionados con la atención al visitante (alojamiento, gastronomía, actividades recreativas, señalización, etc.), la disponibilidad de recursos humanos capacitados, entre otros elementos.

Resumiendo, si bien el turismo puede ser un incentivo para el desarrollo local de pequeñas localidades o territorios, al constituirse en una oportunidad que dinamiza las actividades económicas tradicionales y valoriza las particularidades de la cultura local; tiene que ser previamente evaluado, ordenado y planificado desde los gobiernos locales.

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